sábado, 23 de enero de 2021

CUANDO SE CIERRA LA CASA DE LOS ABUELOS

 

 Este texto lo compartió en su muro Ricardo Portillo Mireles; lo complemento con unas fotos maravillosas de Marina Rusoe que me parece que conservan gran parte de la esencia de los Mireles; el crédito del texto original a quien así corresponda…

 

CUANDO SE CIERRA LA CASA DE LOS ABUELOS

 



Uno de los momentos más tristes de nuestras vidas llega cuando se cierra para siempre la puerta de la casa de los abuelos, y es que, al cerrarse esa puerta, damos por finalizados los encuentros con todos los miembros de la familia, que en ocasiones especiales –cuando se juntan – enaltecen los apellidos, como si de una familia real se tratase, llevados siempre por el amor de y a los abuelos.

 

Cuando cerramos la casa de los abuelos, damos por terminadas las tardes de alegría con tíos, primos, nietos, sobrinos, padres, hermanos, cuñados [que vienen desde esos lugares a donde se han ido para hacer sus vidas]; e incluso novios pasajeros que se enamoran del ambiente que allí se respira.

 

Ni siquiera hace falta salir a la calle, estar en la casa de los abuelos es lo que toda familia necesita para ser feliz. Los reencuentros en navidad, en semana santa y en los cumpleaños de los abuelos, regados con el olor del desayuno; las interminables pláticas frente a la cocina o allá atrás, bajo la sombra siempre fresca del “mante” que cada año que transcurre piensas si será la última vez… Cuesta aceptar que esto tenga fecha límite, que algún día todo será cubierto de polvo y las risas serán un recuerdo ido de tal vez mejores tiempos.

El año pasa mientras esperas estos momentos, y sin darnos cuenta, pasamos de ser niños abriendo regalos a sentarnos junto a adultos en la misma mesa, jugando “desde que Dios amanece” hasta el tecito\cafecito de la cena; porque cuando se está en familia, el tiempo no pasa… y el café es sagrado.

 

La casa de los abuelos siempre está llena de sillas y sillones; nunca se sabe si un primo traerá a la novia, o a un amigo o al vecino, porque aquí todo el mundo es bienvenido. Siempre habrá una ollita con el té y otra con el café, o el abuelo dispuesto a hacerlo.

 

Saludas a la gente que pasa por la calle, casi todos conocidos, porque la gente de la calle de tus abuelos es tu gente, es tu pueblo. Te regocijas con el grito del vendedor ambulante de elotes, raspados y –saboreando sus delicias – te arremolinas a su alrededor mientras se llega tu turno.

 

Cerrar la casa de los abuelos, es decir adiós a las deliciosas tortillas de harina de la abuela y a las historias del abuelo, al dinero que te dan a escondidas de tus padres como si de una ilegalidad se tratase; a llorar de risa por cualquier tontería, o a llorar por la pena de los que se fueron demasiado pronto. Es despedirse de la emoción de llegar a la cocina y destapar las ollas y disfrutar el plato de ese día, de decir adiós a los taquitos de la vecina y los paseos por el río cercano.

 


Así que, si algún día tienes la oportunidad de llamar a la puerta de esa casa y que alguien te abra desde dentro, debes aprovecharla cada vez que puedas, porque entrar ahí es imaginar ver a tus abuelos o a tus viejos, sentados, esperando para darte un beso, es sentir la sensación más maravillosa que puedas tener en la vida.

 

Si resulta que ahora nos toca ser abuelos, y ya nuestros padres no están; nunca perdamos la oportunidad de abrir las puertas  a nuestros hijos y a nuestros nietos y a celebrar con ellos el don de la familia; porque solo en la familia es donde los hijos y los nietos encontrarán el espacio propicio para vivir el misterio del amor a los más cercanos y a los que les rodean.

 

Disfruta y aprovecha la casa de los abuelos mientras puedas; pues llegará un momento en que, en la soledad de sus paredes y rincones, si cierras los ojos y te concentras, podrás escuchar tal vez el eco de una sonrisa o un llanto atrapado en el tiempo; y al abrirlos de nuevo, la nostalgia te atrapará, y te preguntarás ¿Por qué se todo tan de prisa? Y será doloroso descubrir que no todo eso se fue, solo que lo dejamos ir…



Fin


LA MALA COSTUMBRE

 Esta publicación la compartió Carlos Benitez Kayceros, filósofo, maestro, amante de la fotografía y de los autos, de los "vochos" en especial. La transcribo tal cual. 




LA MALA COSTUMBRE

La mala costumbre que tenemos los seres humanos de valorar algo solamente en su ausencia.

Valoramos el dinero cuando nos falta.

Valoramos el tiempo cuando nos estamos muriendo.

Valoramos la familia cuando la perdimos.

Valoramos el frío cuando hace calor y deseamos que haga calor cuando hace frío.

Solamente cuando recibimos un golpe bajo dejamos de posponer la vida para después. Vivimos de recuerdos del pasado, o anhelando un futuro que no sabemos si vamos a alcanzar, mientras sufrimos el presente como si nos encontráramos en una prisión sin salida.

Nos quejamos de nuestros hijos pequeños, y luego ~cuando crecen~ deseamos que vuelvan a ser niños. 


Vivimos discutiendo con nuestros padres, y luego ~cuando mueren~ anhelamos con todo nuestro ser poder retroceder el tiempo y darles tan solo un abrazo más.

Nos quejamos de todo lo que nos falta y nos olvidamos de disfrutar lo que nos sobra. 

El ayer ya pasó y el futuro es incierto. Solamente nos queda vivir aquí y ahora; y sembrar lo mejor que tengamos confiando en que vamos a cosechar mejor después.

¿Por qué esperar para decir Te Amo

¿Por qué no luchar hoy por lo que deseas?

¿Por qué guardarte sonrisas, abrazos y besos?

¿Por qué no pedir perdón?.

Nunca creemos que se nos puede acabar el tiempo hasta que se nos acaba. Nunca creemos que podemos perder algo hasta que lo perdemos. Nunca creemos que vamos a morir hasta que estamos muriendo. 

¿Por qué no mejor disfrutar del sol cuando está brillando?

¿Por qué no mejor dejar que la lluvia nos moje cuando está lloviendo?

¿Por qué no reír cuando estamos felices y llorar cuando sufrimos? Sufrir también es vivir. Que duela también es señal de que puedes sentir. Sentir todavía es señal de que hay esperanza. 

No esperemos enterarnos de que estamos muriendo para empezar a vivir. La vida es solo eso: el aquí y el ahora, todo lo demás es ilusión.


Pastora Soler nos deleita con esta espléndida melodía "tenemos la mala costumbre" que invita a la reflexión... (y a la acción) 



El poeta Jaime Sabines escribió acerca de las costumbres este espléndido poema: que costumbre tan salvaje



FIN


domingo, 17 de enero de 2021

MI RIFLE VIEJO

 Estas décimas las recibí de mi amigo Jesús Dueñas; y las transcribo tal cual.

De la inspiración de un gran decimista sotaventino [refiriéndose a la región de Sotavento, en Veracruz) que fue don Aurelio Morales Morales

MI RIFLE VIEJO

Allá por mis años mozos

tuve un rifle de primera

bien llena su carrillera

lo disparaba gustoso

que tiempos maravillosos

pero todo eso se acaba

por gusto parque gastaba

pues lo tenía de a montón

era tan firme el cañon

que pa' tirar ni apuntaba


yo lo usaba sin recato

mi rifle me respondía

por la noche por el día

lo ocupaba a cada rato

como el parque era barato

traía lleno mi morral

a cualquier peludo animal

ya fuera grande o chiquito

le daba con el riflito 

y su calibre especial


tanto yo me divertía

con mi rifle tan potente

que al comentarlo la gente

satisfecho me sentía

por mi enorme puntería

me conocía el mundo entero

me decían el carnicero

por lo bien que disparaba

porque a las puras venadas

les apostillaba el cuero


Como el rifle estaba nuevo

desde la cacha al cañon

siempre lo tuve en acción

ese es el gusto que llevo

y aunque presumir no debo

con mi exacta puntería

donde el ojo yo ponía

le colocaba una bala

que si la presa era mala

no'más un tiro le hacía.


Más todo por servir se acaba

hasta en lo más poderoso

y mi rifle tan precioso 

que tanto a mo me gustaba

con el que yo disparaba

y que le di tanto uso

a lo mejor por abuso

hoy se le pandea el cañon

ya tira sin dirección

hasta se me descompuso


No puedo usarlo seguido

el parque se me escasea

no tiene usted una idea

lo triste que me he sentido

a lo mejor por descuido

o querer tirar de lejos

hoy ya no jala parejo

y eso a mi me duele mucho

por gastar tanto cartucho

mi rifle se ha vuelto viejo


Lo llevé con un armero

para una reparación

y no encontró refacción

ni aquí ni en el extranjero

de nada sirvió el dinero

que en abundancia le dí

ya la esperanza perdí

de reparar ese mal

pues mi rifle suena igual

y tengo que usarlo así.


Un amigo de los viejos 

y que tiró de a montón

al saber mi situación 

me regaló este consejo

me dijo "no seas pendejo

no es que tu rifle esté mal

el mío funcionaba igual

y sin embargo lo usaba

todo por servir se acaba

es regla muy natural"


Uno nuevo es imposible

la edad no te lo permite

bastante gusto te diste

tirando fuiste terrible

a lo mejor suena horrible 

lo que aquí les voy versando

hay parque de contrabando

y aunque no quieras creer

con viagra podrás hacer

un tiro de vez en cuando.


La versión en son jarocho se disfruta en el siguiente video.


Fin.