viernes, 16 de diciembre de 2022

CUANDO LOS PADRES NOS QUEDAMOS HUÉRFANOS

Diciembre 16 de 2022

Entre todo lo que circula en el mundo de Internet, encontré esta publicación que se atribuye al genial Gabriel García Márquez, [aunque pienso que no es de su autoría], el contenido es emotivo, invita a la reflexión y motiva a mejorar nuestra relación con nuestros hijos. 

CUANDO LOS PADRES NOS QUEDAMOS HUÉRFANOS

Hay un período cuando los padres nos quedamos huérfanos de nuestros hijos. Es que los niños crecen independientemente de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes. 
Crecen sin pedir permiso a la vida.
Crecen con una estridente alegría y, a veces, con alardeada arrogancia.
Pero no crecen todos los días, crecen de repente. Un día se sientan cerca de ti y con una naturalidad increíble te dicen cualquier cosa que te indica que esa criatura de pañales, ¡Ya creció!
¿Cuándo creció que no lo percibiste?
¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, el juego en la arena, los cumpleaños con payasos?


El niño crece en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil.

Ahora estás allí, en la puerta de la discoteca esperando no solo que no crezca, sino que aparezca.
Allí están muchos padres al volante, esperando que salgan.
Y allí están nuestros hijos, entre hamburguesas y gaseosas. Con el uniforme de su generación y sus incómodas y pesadas mochilas en los hombros. Allí estamos nosotros con los cabellos canos.

Y esos son nuestros hijos, los que amamos a pesar de los golpes de los vientos, de las escasas cosechas de paz, de las malas noticias y la dictadura de la horas.

Ellos crecieron amaestrados, observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos. Principalmente con los errores que esperamos que no se repitan.

Hay un periodo en que los padres vamos quedando huérfanos de los hijos. Ya no los buscaremos más en las puertas de las discotecas y del cine. Pasó el tiempo del piano, el fútbol, el ballet, la natación. Salieron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas.

Deberíamos haber ido más junto a su cama, al anochecer, para oír su alma respirando conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia, y a los adolescentes cubrecamas de aquellas piezas con calcomanías, afiches, agendas coloridas y discos ensordecedores.

Pero crecieron sin que agotáramos con ellos todo nuestro afecto. 

Al principio fueron al campo, a la playa, navidades, pascuas, piscinas y amigos. Sí, había peleas en el auto por la ventana, los pedidos de música de moda. 
Después llegó el tiempo en que viajar con los padres comenzó a ser un esfuerzo, un sufrimiento, no podían dejar a sus amigos y primeros enamorados.

Quedamos los padres exiliados de los hijos. Teníamos la soledad que siempre deseamos y nos llegó el momento en que solo miramos de lejos, oramos mucho (en ese momento se nos había olvidado) para que escojan bien en la búsqueda de la felicidad y conquisten el mundo del modo menos complejo posible.

El secreto es esperar. En cualquier momento nos darán nietos.

El nieto es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos. 
Por eso los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño. 
Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto.

Así es, los seres humanos solo aprendemos a ser hijos después de ser padres; solo aprendemos a ser padres después de ser abuelos.

En fin, pareciera que solo aprendemos a vivir después de que la vida se nos va pasando.

Disfrutemos de nuestros hijos en cada una de sus etapas mientras duremos vivos.

Atribuído falsamente a Gabriel García Márquez


Esta publicación la encontré sin autor, su contenido complementa perfecto a la anterior así que la transcribo tal cual.

LOS HIJOS NO SE VAN, LA VIDA SE LOS LLEVA

Los hijos se van; hay que aceptarlos con esa condición, hay que criarlos con esa idea; hay que asumir esa realidad.
No es que se van; es que la vida se los lleva. 
Ya no eres tú su centro. 
Ya no eres autoridad.
Ya no diriges, aceptas.
No mandas, acompañas.
No proyectas, respetas.
Ya necesitan otro amor, otro nido y otras perspectivas.
Ya les crecieron las alas y quieren volar.
Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.
Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir.
Quieren crecer en otra dimensión, desarrollar su personalidad, enfrentar el viento de la vida a la sombra del amor y al rendimiento de sus facultades.
Tienen un camino y quieren explorarlo. Lo importante es que sepan desandarlo.
Tienen alas y quieren abrirlas.

Tú quedas adentro: En el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón.
Tú quedas atrás: En la estela luminosa que deja el barco al partir, en el beso que le mandas, en el pañuelo que lo despide, en la oración que los sigue, en la lágrima que los acompaña.
Tú quedas siempre en su interior, aunque cambien de lugar.

Haz la vida de tus hijos tan feliz que, cuando se vayan, piensen en regresar aunque sea solo para tomar tu mano y estar junto a ti.