Nena
No, no fue una mascota más en la familia; primero
fue la consentida de mi hermano mayor, él amaba a los animales y los animales
lo amaban a él; cuando terminó el ciclo de mi hermano entonces la nena vino a
vivir con mamá y papá; más con mamá que la adoptó con el mismo amor que una
madre tiene para sus hijos, porque la nena fue el vinculo entre ella y su hijo.
Junto con chiquito – el fiel compañero de mi padre – fue mimada; su menú se cocinaba aparte, su cama junto a la de mi madre, su compañera en los ratos de novelas y televisión, su confidente en sus ratos de descanso; mamá le hablaba con cariño…
Ya disminuida en sus habilidades y sus facultades, la nena apenas si escuchaba y casi no veía; memorizó lugares y olores, iba y venía por la casa y los patios con donaire y ladraba a los perros que pasaban por la calle como afirmando su lugar y defendiendo su espacio.
Esa madrugada, la del cumpleaños 87 de mamá, la madrugada en que no volvió, mi madre le abrió la puerta para que saliera al baño y sí, salió, pero ya nunca más regresó; la búsqueda fue inútil: se revisaron los patios, debajo de las camas, en las habitaciones, en las calles, casas vecinas… no hubo lugar en donde pudiera haberse caído o escondido o atorado que no se haya revisado; las riberas del río y del canal (aunque a 100 mts de distancia) también fueron revisados, preguntaron a los vecinos, le llamaron a voces… todo inútil, la nena no volvió; se fue y no sabemos a dónde, queremos pensar que ha ido a donde su humano papá la esperaba desde hacía años.
Y nosotros estamos tristes, tristes por la nena y tristes por mamá; es como un dolor callado que ella se niega a expresar, aunque a veces llora quedito cuando piensa que nadie la escucha.
La nena fue amada, amada desde su nacimiento y hasta su desaparición, verdad es lo que dicen, que en ellos – en los animalitos – encontramos la forma más pura del amor, y fuimos afortunados de recibir el de ella.
Hasta siempre, nena linda.