¡La Muerte No Existe!
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Los hombres de corazón sabio
no lamentan la suerte de quienes viven
ni de quienes han fallecido.
Ni tú ni yo, ni ningún otro ser…
jamás ha dejado o dejará de ser…
siempre y para siempre.
Todo cuanto vive, vive eternamente.
Así como el cuerpo humano
experimenta la infancia, la juventud y la vejez,
así también el alma toma
y abandona sucesivamente
diversas moradas físicas, una y otra vez.
Los sabios conocen esta verdad
y no temen a la muerte.
¡El alma, sábelo, es indestructible
y se expande por doquier!
No puede jamás ser detenida,
decrecer o cambiar en forma alguna.
Sólo éstas, nuestras formas temporales
-en las cuales mora el espíritu inmutable,
inmortal, infinito- son perecederas…
Quienes no conocen la verdad, podrán afirmar:
“He matado!” o pensar: “¡He muerto!”.
Pero el alma no puede matar;
el alma no puede morir.
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Te digo que las armas no pueden
atacar al alma;
ni pueden las llamas quemarla,
ni las aguas ahogarla,
ni los vientos secarla.
Inaccesible e inconquistable,
invulnerable e intocable;
inmortal, estable, todopoderosa, segura,
invisible e inefable; más allá
del pensamiento y la palabra,
un todo en sí misma: así es el alma.
¿Por qué, pues –sabiendo que es así-
habrías de llorar,
cuando no hay causa para hacerlo?
¿Habrías acaso de sufrir, si sabes
que el que acaba de fenecer,
al igual que el recién nacido, viven siempre
y no es sino el mismo Espíritu
siempre existente?
Así como los hombres se despojan
de sus vestimentas usadas y,
adquiriendo nuevos ropajes, deciden:
“Éstos usaré hoy”,
así el alma se deshace
también calladamente
de su vestidura de carne,
y pasa luego a heredar
un nuevo ropaje.
Pasajes de la “Canción Celestial” (Bhagavad Gita)
Este poema lo encontré en el muro de "Gabo Ramos", así sin titulo ni referencias; así lo tomo y lo agrego.
Este poema es para decirte donde podrás encontrarme:
Cuando el viento sople suave, esa será mi mano sobre tu rostro;
y cuando el árbol te dé sombra, ese seré yo cubriéndote con mi abrazo.
Cuando sientas que el sol te quema, ese seré yo haciéndote cosquillas;
cuando la lluvia moje tu cabello, esas serán mis lágrimas de alegría por tu felicidad;
cuando la hierba te envuelva, seré yo sosteniéndote fuerte en tus tribulaciones;
cuando las aves canten seré yo susurrándote "te amo", "te amo".
Un espléndido complemento a este breve poema es el que publicó ONCOAYUDA y se titula cuando alguien muere sigue cerca de ti, que lo disfrute.
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