martes, 21 de octubre de 2025

LO MAS CARO DE LA VEJEZ

 

Lo más caro de la vejez no son los medicamentos que llenan la mesita de noche, no es la operación de rodilla o de los ojos. Lo más caro es el silencio; ese silencio que pesa en el alma cuando los hijos no llaman, no escriben, no visitan; cuando en la casa - que un día estuvo llena de risas - ahora vacía, solo se escucha el silencio.

Ese vacío no se llena con dinero, no se cura con pastillas; lo aligera un poco la silente presencia de un gato que acompaña en la larga espera de la visita que nunca llega. Esa soledad es un dolor que solo se ve en los ojos, que consume por dentro, que precede a la tristeza de saber que los desvelos, el trabajo, los cuidados y todo lo que por y para ellos se hizo, hoy no merece un "¿cómo estás?", ni un "te extraño".

Es menester morir para que aparezcan todos; con flores, discursos de amor y lágrimas mezcladas con sollozos. Aunque ya es tarde, porque el amor que no se da a tiempo, no sirve; el tiempo -una vez pasado- es irrecuperable. 

La ausencia se paga caro.


He de agregar - sin embargo- que la idea tan sombría/pesimista de la vejez solitaria se corresponde con la de los padres que piensan, actúan y se dedican por completo a los hijos olvidándose de sí mismos; verdad es que no hay sustituto para el amor filial como es también verdad que el amor de los hijos hacia los padres debe nacer de la buena crianza; que los padres amen a los hijos no necesariamente implica la reciprocidad. No basta con que Dios quiera que los hijos amen, respeten y obedezcan a sus padres, para que los hijos amen a los padres es necesario que los padres fomenten un ambiente amor, respeto y comunicación.  
    Criar/educar a los hijos debe tener como fin el que se conviertan en adultos independientes, autónomos, responsables, felices y capaces de vivir y contribuir positivamente en la sociedad, esa crianza ha de incluir la práctica de valores [respeto, responsabilidad, protección y cuidado de la familia], Es predecible, entonces, que en la medida que se alcance el fin deseado,  los padres puedan esperar el tener un poco de atención durante su vejez.

Una segunda  antítesis es la consideración de que los hijos han de formar sus propias familias; ya sabemos lo demandantes que son los hijos desde el embarazo hasta su independencia económica y/o su inserción en la vida laboral una vez que han alcanzado la mayoría de edad o han terminado su formación profesional universitaria; también es conocida la exigencia de los empleos [a menos que nuestros hijos "trabajen" en un organismo gubernamental] que generalmente fijan metas cada vez más altas para los trabajadores; de modo que esperar que separen tiempo para dedicarlos a los padres es algo realmente complicado; podemos comprender todos esos afanes pero seguimos deseando al menos una llamada breve, una visita "de doctor", tal vez un mensajito que mantenga viva nuestra esperanza de que algún d.ía vendrán a compartir la mesa con nosotros.

Para una vejez plena, es importante involucrarnos en actividades que combinen el cuidado físico y mental; caminatas, yoga, juegos o reuniones que nos mantengan socialmente activos y practicar pasatiempos creativos también son fundamentales para el bienestar.  

    Jodorowsky - el cineasta- afirma que conforme envejecemos, necesitamos aprender a caminar con más calma, a despedirnos de quienes fuimos y a recibir - con valentía - a quien estamos convirtiéndonos. Contar años es un acto de coraje, es mirarnos en el espejo y reconocer -con dignidad - el nuevo rostro que el tiempo nos ha dado, es honrar el cuerpo que ha sido nuestro refugio y liberar los miedos, las culpas y los pesos que ya no sirven. 


    Envejecer es un acto silencioso: el de estar en paz con nuestra propia compañia, dejar ir lo que ya cumplió su función y reconocer el valor de lo que aún permanece a nuestro lado. Es entender que la vida se transforma y que perder  también es parte del camino.

FIN DE LA PUBLICACIÓN 




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