Esta es una publicación que encontré en el vasto espacio del Internet, firmada por alguien que se hace llamar Maitena.
al final encontrará algunos vínculos hacia otras publicaciones de contenido similar que complementarán el sentimiento que ésta despierte en su espíritu.
1960 |
LA PÉRDIDA DE NUESTROS PADRES.
Tan doloroso como muchas de las veces natural, la
pérdida de los padres en el hombre lo deja siempre con un sentimiento de indefensión,
ya que son ellos siempre nuestros más solidarios e incondicionales protectores,
aquellos de quienes tenemos la idea nunca nos abandonarán y estarán siempre de
nuestro lado.
Y cuando llega el desprendimiento, llega con él una
sensación de soledad muchas de las veces acompañada de deuda, porque ¿Quién no
está en deuda con ellos? nos cuestionamos enseguida lo que pudimos haber hecho
de más, nuestra correspondencia y agradecimiento y ¿por qué no?, también
algunos reclamos naturales en nuestra crianza.
Esa es la primera parte del duelo, el abandono
duele más de momento que la ausencia, pero, es esto una ley natural en el mejor
de los casos, habrá que dejar de ser "hijo" para asumir nuestro
propio papel como individuos y luego entonces y en su caso, como padres. Tal
vez no se nota, pero quien tiene el privilegio de tener a sus padres, no asume
en su totalidad su independencia y esto es, la mayoría de las veces un plus en
la vida.
Habría que reflexionar para entender que la misión
de la paternidad es producir frutos, para luego soltarlos y ofrecerlos al
mundo, solo estando en ese papel entenderemos que ningún padre desea el dolor
de sus hijos y que ninguno tampoco, elegiría llevarse resentimientos con ellos,
que el perdón va implícito en el cuidado que han puesto en nosotros.
Entendiéndolo así sanamos más fácilmente nuestras culpas u omisiones, porque un
padre sabe también, lo que fue ser hijo y el egoísmo que necesariamente lo
envuelve, porque debe buscar su libertad y hacerle frente a sus decisiones,
muchas veces no es abandono sino responsabilidad y los padres saben ver las
intenciones muy por encima de las acciones, es por eso que nos son
indispensables.
Sin embargo es necesario recordar, no solo lo que
les debemos, también lo que fueron por sí mismos, sus risas, sus logros, sus
aventuras, sus motivos y sus complicidades, así estarán los recuerdos
completos.
Para lidiar con el aparente abandono, debemos
entender entonces que fue necesario para nuestro crecimiento, que en medio del
dolor nos están regalando nuestro protagónico en la vida y la libertad de
acción; es un segundo parto que nos permitirá continuar o reformar el camino
andado por ellos y su ausencia provocará al tiempo, el reacomodo necesario en
las familias, donde siendo tal vez uno de los hijos que daba problemas, ahora
nos podamos convertir en aquel que los comienza a resolver.
El dolor de la ausencia es tan necesario como
inevitable, pues nos lleva a entender, a honrar y continuar esos ejemplos de
amor desinteresado; la ausencia del padre nos lleva a volver a ser para nuestra
vida o nuestros hijos, ese brazo fuerte, constante y en muchos casos austero y
desarraigado para hacer frente a los necesarios cambios de la vida; y la
ausencia de la madre, nos deja con el deseo de volver a construir un hogar,
basado en la tolerancia, la unión y el cariño siempre prudente de la nuestra.
Regalemos a ambos la satisfacción del trabajo
cumplido y el afianzamiento en libertad de nuestras raíces, al tiempo ambos se
instalan como parte de nuestra conciencia en el corazón, de donde nunca más se
van, es su esencia más que su persona la que queda en nosotros, la que sigue haciéndonos
fuertes y susurrando suavemente. "sigue
adelante, que voy siempre delante de ti, abriéndote camino, el más hermoso el
que se labra con y por amor".
El viento sopla donde quiere y tú oyes su voz; pero nadie sabe de donde viene ni a donde va.
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