viernes, 21 de febrero de 2025

PARA QUE ESPERAR...

El título y el texto son adaptación personal de una publicación en la página de café y algo más.

PARA QUE ESPERAR

Un día – mamá, papá – cuando el eco de sus risas y sus charlas sea solo un recuerdo y el calor de sus abrazos un anhelo imposible, advertiré lo amorosos que son, escucharé sus risas, sentiré sus manos, atenderé sus oraciones y abrazaré su calor. El tiempo, siempre  voraz y silencioso, se llevará con él esos momentos que, por comunes y cotidianos, pasan inadvertidos. Y un día, cuando cruce el umbral de la casa que ustedes convirtieron en hogar, el silencio será el recordatorio de que las cosas que parecen ser simples son, en realidad, los mayores tesoros.

Y no, no quiero esperar al día en que mire hacia atrás con nostalgia y arrepentimiento deseando haberles dado más tiempo y mas abrazos; ahora escucho con atención sus consejos, recibo con humildad sus bendiciones, guardo con celo sus abrazos y ya no dejo pa’ después una llamada para dejarles saber que los amo y estoy siempre para ustedes. El después es un lujo que no siempre el tiempo nos concede.


Y cuando sea el final del tiempo en esta vida, [el de ustedes o el mío- el que llegue primero] confirmaré mi gratitud al Padre porque a través de ustedes me expresó su amor.





Fin de la publicación 

miércoles, 19 de febrero de 2025

SENTIRSE SOLO

La publicación explora al sensación de soledad y deriva en la riqueza que se encuentra en ella. 

The most terrible loneliness is not the kind that comes from being alone, but the kind that comes from being misunderstood.

 It’s the kind of loneliness that doesn’t come from silence, but from the overwhelming noise of a world that doesn’t truly hear you. You stand in a room full of people, laugh when it’s expected, speak when the moment demands it, and yet, in your heart, you feel invisible. You feel like the truest parts of yourself—the raw, unpolished, and beautifully complex pieces of who you are—go unnoticed, misunderstood, or even ignored.

 This is a different kind of ache, one that lives deep in the soul. It’s not about missing someone’s presence, but about missing connection, longing for the kind of bond that allows you to feel truly seen. It’s not the absence of love, but the absence of recognition—of being known for all that you are, without needing to filter or edit yourself to fit into someone else’s understanding.

 To be misunderstood is to feel disconnected. It’s like speaking a language no one around you understands, shouting your truth into the void, hoping someone will hear and respond. Instead, you’re met with blank stares, polite nods, or worse, a misinterpretation of who you are. The world seems to focus only on the surface, skimming over your depths, while you yearn for someone to dive in and swim beside you.

 In these moments, you may question yourself. You may wonder, “Is there something wrong with me?” or, “Should I change to make others understand?” You might be tempted to reshape yourself to fit their expectations, to dull your edges or brighten your colors. But even then, the loneliness doesn’t fade. Because in trying to conform, you lose pieces of yourself, slowly becoming a shadow of who you once were—a ghost of your former self.

 The truest ache of loneliness isn’t about being alone; it’s about feeling unseen.

 To feel truly understood by someone is to experience a connection that goes beyond words. It’s when someone looks into your eyes and sees the parts of you that you’ve kept hidden—the scars, the dreams, the doubts—and chooses to stay. It’s when someone not only hears your words but also feels the emotions behind them. It’s the moment when you realize you don’t have to explain yourself; they already understand.

And yet, in this deep loneliness, there is strength. The resilience of holding onto your authenticity, even when it feels invisible to others. The quiet courage of refusing to fade into the expectations of the crowd. You may feel unseen, but the essence of who you are—the light, the fire, the complexity—is still alive. It waits, patiently, for the right people, the ones who will see you clearly and cherish all that you are.

 The beauty of being misunderstood is that it allows you to understand yourself. In the absence of connection, you learn to be your own anchor. You discover the importance of nurturing your own soul, celebrating your uniqueness, and staying true to your essence. And as you grow, as you embrace your full self, the world begins to shift.

 The right connections—the ones that see you for who you truly are—arrive when you least expect them. They see beyond the surface and into your heart. They listen, not just with their ears but with their soul. These are the connections that remind you that you were never meant to fade; you were meant to shine.

 So, even in the depths of this terrible loneliness, hold on to your essence. Refuse to disappear. Let your light burn brightly, even if no one seems to notice right now. The people who are meant to see it—your people—will find you. And when they do, you’ll realize that the wait, the ache, and the loneliness were all part of a journey to something extraordinary.

 

To be known, truly known, is to be celebrated in your wholeness. It is the antidote to loneliness.

 Hold on. Shine on. You are seen, even if not by the world yet.

~ George Orwell

La soledad más terrible no es la que surge de estar solo, sino la que surge de ser incomprendido.

 Es el tipo de soledad que no surge del silencio, sino del ruido abrumador de un mundo que no te escucha de verdad. Estás en una habitación llena de gente, te ríes cuando se espera que lo hagas, hablas cuando el momento lo exige y, sin embargo, en tu corazón te sientes invisible. Sientes que las partes más auténticas de ti mismo (las partes crudas, sin pulir y maravillosamente complejas de quién eres) pasan desapercibidas, incomprendidas o incluso ignoradas.

 Este es un tipo de dolor diferente, uno que vive en lo más profundo del alma. No se trata de extrañar la presencia de alguien, sino de extrañar la conexión, de anhelar el tipo de vínculo que te permite sentirte realmente visto. No es la ausencia de amor, sino la ausencia de reconocimiento, de ser conocido por todo lo que eres, sin necesidad de filtrarte o editarte para encajar en la comprensión de otra persona.

 Ser incomprendido es sentirse desconectado. Es como hablar un idioma que nadie a tu alrededor entiende, gritar tu verdad al vacío, esperando que alguien te escuche y responda. En cambio, te encuentras con miradas en blanco, asentimientos educados o peor aún, una mala interpretación de quién eres. El mundo parece centrarse solo en la superficie, rozando tus profundidades, mientras anhelas que alguien se sumerja y nade a tu lado.

 En esos momentos, puedes cuestionarte a ti mismo. Puede que te preguntes: "¿Hay algo malo en mí?" o "¿Debería cambiar para que los demás comprendan?". Puede que tengas la tentación de remodelarte para ajustarte a sus expectativas, de opacar tus bordes o de iluminar tus colores. Pero incluso entonces, la soledad no desaparece. Porque al tratar de adaptarte, pierdes partes de ti mismo, convirtiéndote lentamente en una sombra de lo que alguna vez fuiste, un fantasma de tu antiguo yo.

 El dolor más verdadero de la soledad no es estar solo; es sentirse invisible.

 Sentir que alguien te comprende de verdad es experimentar una conexión que va más allá de las palabras. Es cuando alguien te mira a los ojos y ve las partes de ti que has mantenido ocultas (las cicatrices, los sueños, las dudas) y decide quedarse. Es cuando alguien no solo escucha tus palabras, sino que también siente las emociones que hay detrás de ellas. Es el momento en el que te das cuenta de que no tienes que dar explicaciones; esa persona ya te entiende.

Y, sin embargo, en esta profunda soledad hay fuerza. La resiliencia de aferrarte a tu autenticidad, incluso cuando los demás la sienten invisible. El coraje silencioso de negarte a desvanecerte ante las expectativas de la multitud. Puede que te sientas invisible, pero la esencia de quién eres (la luz, el fuego, la complejidad) sigue viva. Espera, pacientemente, a las personas adecuadas, las que te verán con claridad y apreciarán todo lo que eres.

 La belleza de que te incomprendan es que te permite comprenderte a ti mismo. En ausencia de conexión, aprendes a ser tu propia ancla. Descubres la importancia de nutrir tu propia alma, celebrar tu singularidad y permanecer fiel a tu esencia. Y a medida que creces, a medida que abrazas tu ser completo, el mundo comienza a cambiar.

 Las conexiones correctas, las que te ven como realmente eres, llegan cuando menos las esperas. Ven más allá de la superficie y dentro de tu corazón. Escuchan, no solo con sus oídos sino con su alma. Estas son las conexiones que te recuerdan que nunca debiste desvanecerte; debiste brillar.

 Así que, incluso en las profundidades de esta terrible soledad, aférrate a tu esencia. Niégate a desaparecer. Deja que tu luz brille intensamente, incluso si nadie parece notarlo ahora. Las personas que están destinadas a verla, tu gente, te encontrarán. Y cuando lo hagan, te darás cuenta de que la espera, el dolor y la soledad fueron parte de un viaje hacia algo extraordinario.

 Ser conocido, verdaderamente conocido, es ser celebrado en tu totalidad. Es el antídoto contra la soledad.

 Aguanta. Sigue brillando. Eres visible, aunque el mundo aún no lo sea.

~ George Orwell








BREVES PARA LA REFLEXIÓN 2


Publicación del 11 de Febrero de 2025
Unos necesitan gente y ruido para no sentirse solos, otros, en el silencio y la soledad, ya lo encuentran todo. Unos buscan validación en fotos y miradas ajenas, otros observan maravillados la vida con sus propios ojos. Unos esperan que la vida les entregue sus caprichos, otros fluyen como el agua del río, sin miedo al cambio. Unos buscan en otros llenar sus vacíos, otros aprendieron hace tiempo a amarse a sí mismos.....




Publicación del 21 de Enero de 2025
El compartir risas no es amor, el intercambiar mensajes no es amor, el disfrutar de un café juntos no es amor, el hacer promesas no es amor.
Las palabras dulces y las caricias pasajeras tampoco reflejan lo que realmente significa amar.
El amor verdadero es aquel que se manifiesta en los actos cotidianos, es ese individuo que, aun al ver tus defectos, opta por abrazar tu ser completo.
Es quien conoce tus sombras y aún así elige caminar a tu lado en la luz. El amor no se mide por la distancia recorrida juntos, sino por la profundidad del compromiso y la conexión que se siente en cada momento compartido.
El amor es aquella persona que sienta contigo cuando las lágrimas brotan, ofreciéndote sus brazos y el refugio de su comprensión. Es quien te escucha, sin juzgar, mientras desahogas tus pensamientos más oscuros.
Es alguien que se siente privilegiado de conocerte tal como eres, quien encuentra belleza en tus imperfecciones y fuerza en tus debilidades.

El amor verdadero no se alimenta de la superficialidad; prospera en la sinceridad. Es quien recuerda tus sueños y aspiraciones, en quienes piensan en ti aun cuando están lejos, quien guarda tus secretos como tesoros y se asegura de que te sientas valorado. Es alguien que celebra tus éxitos con una sonrisa genuina, quien sigue compartiendo tu alegría incluso en la distancia.

El amor es aquel que te impulsa a ser mejor, quien no solo se preocupa por ti, sino que también se esfuerza por hacerte sentir especial cada día. Es quien se queda contigo en la tormenta, sosteniéndote firmemente cuando el mundo parece desmoronarse. Alguien que no se rinde ante las dificultades, quien busca soluciones y enfrenta los desafíos contigo, porque juntos son más fuertes.

Al final,
el amor es la conexión profunda y genuina que trasciende lo físico, las palabras y los gestos. Es la fuerza que une dos almas, la razón por la cual seguimos adelante cuando las cosas se complican. Eso es amor, en su forma más pura y auténtica, y eso es lo que realmente vale la pena buscar y cultivar en la vida.


Publicación del 15 de Enero de 2025
La ternura es un refugio silencioso en el tumulto de la vida, un lenguaje sin palabras que trasciende fronteras y barreras. Es la capacidad de ver con los ojos del alma y tocar con las manos del corazón, un acto de profunda empatía y compasión que florece en lo simple: un abrazo inesperado, una mirada que comprende, un gesto que cuida.
Es fuerza en la suavidad, valentía en la vulnerabilidad. La ternura no busca conquistar, sino conectar; no exige, sino entrega. Surge en la delicadeza de un susurro, en el cuidado con que se sostiene una flor, en la paciencia infinita hacia los errores propios y ajenos.
En un mundo que a menudo valora lo ruidoso y lo rápido, la ternura invita a la pausa, a la contemplación. Nos recuerda que no somos islas, que nuestra humanidad se refleja en el otro. Es, en esencia, la promesa de que, incluso en la adversidad, siempre habrá un rincón donde reine la bondad.
Cultivar la ternura es, quizás, el mayor acto de rebeldía y esperanza, porque en ella yace la semilla de una humanidad más justa y amorosa.