lunes, 15 de diciembre de 2025

UN BUEN HIJO, SE VA.

El lector puede anotar el título que mejor le parezca, yo la leí sin título, hice algunas adecuaciones de estilo y ahora la conservo aquí. ¿Conoce al autor?, hagámelo saber para el crédito correspondiente

hay una publiacación similar: los hijos, en el vínculo que se incluye.
¿Le interesa el tema?, le invito a leer: Porqué los hijos hacen lo que hacen. Siga el vínculo.   

Un buen hijo no se queda, un buen hijo se va. 

    Esta frase incomoda, porque nos han dicho que amar es permanecer, sostener, es no alejarse, no "fallar".
    Pero - a veces- quedarse no es amor; es culpa, o es lealtad silenciosa que ata.

Un hijo está verdaderamente en paz con sus padres cuando puede irse con el corazón liviano, cuando puede hacer su vida sin sentir que abandona, que traiciona, que deja una deuda pendiente.
    La paz no ha de medirse por la cercanía física, la paz se siente en la libertad interna.

Cuando un hijo toma la vida tal como sucedió - con lo que hubo y con lo que faltó - sin reclamos, sin exigencias, sin querer reescribir la historia, algo se ordena profundamente en su espíritu. 
    No necesita quedarse para compensar.
    No carga destinos ajenos.
    No ocupa lugares que no le corresponden
Enrtonces se mueve de manera natural hacia el mundo, hacia su propio destino.

Muchos hijos no se van porque están ligados por lealtades invisibles:
    Una madre que sufrió.
    Un padre que no pudo o no quiso.
    Una historia que quedó inconclusa.
Y, sin darse cuenta, el hijo se queda para sostener, para acompañar, para "no dejar solos".

Pero un hijo no viene al mundo para salvar a sus padres; los padres le dieron vida... que vayan a vivirla.

Cuando los padres aman desde lo profundo de su espíritu, no retienen. Dan vida y confían.
    Entienden que el mayor acto de amor es ayudar a que el hijo pueda caminar libre, sin cargas, sin deudas emocionales. Cuando eso orden se respeta, ocurre algo silencioso y poderoso. El hijo se va. Y el vínculo se vuelve más verdadero, más fuerte, más amoroso. 

Un buen hijo no se sacrifica, no posterga su vida ni la vive a medias.
Un buen hijo honra la vida recibida viviéndola plenamente.

Créditos a quien así corresponda.

FIN DE LA PUBLICACIÓN 

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