No recuerdo la razón por la que escribí este texto, debió ser por odio hacia alguna persona; a 34 años de distancia he cambiado algunas ideas; ahora pienso que el odio y el amor son dos pasiones de igual intensidad, que elegir el perdón no necesariamente es síntoma de debilidad [se necesita mucha fuerza para elegir perdonar en lugar de odiar] y que podemos odiar una acción/comportamiento sin tener que odiar a quien la ejecuta.
Al final de la publicación agrego algunos vínculos a artículos que tienen relación íntima con el odio.
EL ODIO
“El odio nunca termina si pagas el odio con odio. Por lo tanto, la persona que conoce el Dharma del Buda arroja lejos el odio.”
El odio es más poderoso y duradero que el amor,
el odio que nace del amor rechazado es más profundo y duradero que la primera pasión
Quien bien ama, bien odia.
El amor tiene sus tormentos, el odio sus delicias;
las penas y desgracias de aquellos a quienes odiamos nos llenan de mayor voluptuosidad que su muerte.
El odio, como el amor, es ciego;
la diferencia es que el odio es capaz de ver las buenas cualidades de un ser,
el amor es incapaz de percibir las malas.
Las almas débiles y medrosas eligen el perdón,
las almas orgullosas recurren a la venganza.
El odio, como todas las pasiones, engrandece su objeto y acrecienta el sentimiento de su valor.
Los mediocres no tienen enemigos.
El que odia es un bienhechor a pesar suyo.
Quien odia el pecado, se siente por fuerza llevado a odiar al pecador y, sin querer, él mismo cae en el pecado.
Tihuatlán, Ver. Septiembre 26 de 1983.
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