EL ELEFANTE ENCADENADO
Este cuento, quizá el más famoso de
Bucay, nos invita a la reflexión sobre las cadenas
que nos atan; su lectura es motivante, es un alegato en favor de la libertad. El elefante encadenado del blog alternativo publica una reflexión clara que vale la pena
conocer.
Cuando yo era pequeño me
encantaban los circos, y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Me
llamaban especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe era
también el animal preferido de otros niños.
Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un tamaño, un peso y
una fuerza descomunales… Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver
al escenario, el elefante siempre permanecía
atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba
sus patas.
Sin embargo,
la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos
centímetros en el suelo. Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía
obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría
liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio
sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo
sujeta entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando era
niño, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces por
el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía
porque estaba amaestrado.
Hice entonces
la pregunta obvia: “Si está amaestrado,
¿por qué lo encadenan?”
No recuerdo
haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el
tiempo olvidé el misterio del elefante y la estaca y solo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace
algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente
sabio como para encontrar la respuesta. “El
elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde
que era muy, muy pequeño”.
Cerré los
ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro
de que, en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de
soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca
era demasiado dura para él. Imaginé que dormía agotado y al día siguiente lo
volvía a intentar, y al otro día y al otro… hasta que, un día, un día terrible
para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante
enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa, porque, pobre, cree que no
puede.
Tiene grabado
el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que
jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó
volver a poner a prueba su fuerza.
Todos somos
un poco como ese elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de
estacas que nos restan libertad.
Vivimos
pensando que “No podemos” hacer
montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo lo intentamos y no
lo conseguimos.
Hicimos
entonces lo mismo que el elefante y grabamos en nuestra memoria este mensaje. “No puedo, no puedo y nunca podré”.
Hemos crecido
llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más
volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
Cuando, a
veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la
estaca y pensamos “No puedo y nunca podré”.
Tu única manera de
saber si puedes es intentarlo de nuevo, poniendo en ello todo tu corazón… ¡Todo
tu corazón!
Aquí tiene la versión en video, es espléndida y esta narrada por el autor del cuento.
Fin de la publicación.
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