Una pregunta que le hacían continuamente a Einstein cuando daba charlas o conferencias era “¿Crees en Dios?”. El físico evadía muchas veces la respuesta, pero en algunas ocasiones llegó a revelar sus creencias. Una de las respuestas más claras que dio fue la siguiente:
“Creo en el Dios de Spinoza, que se nos revela en la armonía que rige a todos los seres del mundo, no en el Dios que se implica en los destinos y acciones de los hombres.”
Spinoza fue un filósofo neerlandés, considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés René Descartes y el alemán Gottfried Leibniz. El “Dios de Spinoza” es más bien una metáfora para referirse a un concepto que trasciende la creencia en un dios personal y se acerca más al concepto del Tao, que no es un dios, sino una fuerza presente en toda la naturaleza.
Einstein es uno de esos seres raros que no pueden encajarse dentro de una categoría. No podía decirse que fuera ateo, pero tampoco que fuera teísta. Él estaba más allá de estas categorías dualísticas basadas en esquemas mentales limitantes. Otra frase célebre de este genio de la física fue la siguiente:
“No puedo imaginarme a un dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propósitos han sido modelados bajo el suyo propio; un dios que no es más que el reflejo de la debilidad humana.”
Aquí muestra su desdén por ese dios humano creado por las religiones. No importa si eres católico, protestante, musulmán o miembro de algún grupo de la Nueva Era; todos aseguran que su religión es la verdadera y las demás son falsas. Al final, todas tienen la razón. El dios de la religión es mezquino, celoso (Éxodo 20:5) y misógino (1ª Timoteo 2:11-1).
Aclarando todavía más su creencia, Einstein afirma lo siguiente:
“Era, por supuesto, una mentira lo que leíste sobre mis convicciones religiosas, una mentira que ha sido sistemáticamente repetida. No creo en un Dios personal y nunca lo he negado, por el contrario, lo he expresado claramente. Si algo hay en mí que puede ser llamado religioso es entonces la admiración sin límites a la estructura del mundo hasta donde la ciencia ha podido revelarnos por el momento.” (Carta fechada en marzo de 1954, que fue incluida en el libro Albert Einstein: su lado humano, editado por Helen Dukas y Banesh Hoffman y publicada por Princeton University Press.)
Como dije anteriormente, esto no significa que Einstein fuera ateo, al respecto dijo lo siguiente:
"En vista de tal armonía en el cosmos que yo, con mi mente humana limitada, soy capaz de reconocer, hay aún gente que dice que no hay ningún Dios. Pero lo que realmente me molesta es que ellos me citan para el apoyo de tales opiniones."
Para concluir, quiero resaltar que el hecho de citar a Einstein (...) no tiene como objetivo legitimar lo que aquí se expone. No hay que creer en nada sólo porque alguien a quien consideramos un “genio” lo haya creído. La experiencia personal es la única guía aceptable en nuestro recorrido por la vida.
Si Dios hablara:
Dios hubiera dicho:
“Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo
que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.
Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que
disfrutes de todo lo que he hecho para ti.
¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos
que tú mismo construiste y que dices que son mi casa.
Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos,
los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.
Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te
dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera
algo malo.
El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes
expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo
que te han hecho creer.
Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas
que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un
paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito… ¡No me encontrarás
en ningún libro!
Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como
hacer mi trabajo?
Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te crítico,
ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor.
Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo
te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de
sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo
culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser
como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para
quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué
clase de dios puede hacer eso?
Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier
tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo
crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti.
Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta
sea tu guía.
Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni
un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida
es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.
Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni
castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un
registro.
Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o
un infierno.
No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero
te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única
oportunidad de disfrutar, de amar, de existir. Así; si no hay nada, pues habrás
disfrutado de la oportunidad que te di; y si lo hay, ten por seguro que no te
voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?… ¿Te
divertiste?… ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?…
Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar,
imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que
me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias
a tu perro, cuando te bañas en el mar.
Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que
soy? Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes
agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del
mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría!Esa es la forma de
alabarme.
Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo
que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás
vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más
milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?
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